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¿Cómo diseñar un Programa de Salud Mental exitoso?

  • Foto del escritor: Matías Velasco
    Matías Velasco
  • 21 abr 2021
  • 5 Min. de lectura

Es frecuente escuchar que que los planes de salud mental -o de otra índole- tienen bajas tasas de adhesión. Recientemente, a raíz de los programas de apoyo al empleado (PAE) que ofrece GSO Consultores, una empresa nos comentó que ofrecían dicho servicio a sus colaboradores, pero que solo el 2% los utilizaba. Otra empresa, grande y respetada a nivel nacional, aludiendo a datos similares, comentó que habían decidido suspender el servicio, porque nadie lo usaba.

A mi me surgen varias preguntas ante tan situación: ¿Por qué no se usan dichos programas? ¿Será que las personas no tienen la necesidad, o la tendrán cubierta? ¿habrá un error de diseño o de comunicación respecto del beneficio?


A grosso modo me atrevería, sin mucho miedo a errar, a descartar la hipótesis de que no existe la necesidad. En tiempos de pandemia, como hemos podido observar en otras compañías donde se han implementado los Programas de Apoyo al Empleado, hemos observado altas tasas de adhesión (sobre el 15%). Curiosamente, la pandemia no es el factor principal de la asistencia al programa, dicho sea de paso.


¿Qué incide, entonces, en que un programa sea exitoso?


Revisemos algunas consideraciones generales para implementar un programa de salud mental que tenga una buena probabilidad de éxito:


Planificación del diseño del programa

Lo primero es estructurar el diseño del programa. Para esto, debemos considerar una serie de variables, siendo la primera la identificación del estado de acción, o disposición a la acción en la que se encuentra la organización. Esta dependerá de su cultura (y los beneficios o actitudes que ya existan que apalanquen dicha cultura), y las podemos dividir principalmente en 3 niveles. En función del nivel en que se encuentre la organización, los programas de salud que hay que diseñar son distintos:

  • Nivel 1: Desarrollo de conciencia - En este nivel los programas no están orientados al cambio de conducta, sino principalmente se orientan al desarrollo de la conciencia respecto a la relevancia de la salud mental, su impacto en la vida, en el trabajo, etc.

  • Nivel 2: Cambio de estilo de vida: Acá se actúa a nivel de cambio de conductas. Acciones concretas para lograr cambios específicos.

  • Nivel 3: Ambiente de soporte: Requiere haber implementado ya cambios de estilo de vida, y buscan desarrollar una cultura que promueva de manera continua la salud y el bienestar.

Una vez definido el nivel de la organización, debe establecerse objetivos realistas y cuantificables. No es realista, por ejemplo, que una organización en nivel 1, planifique un programa de salud mental con el objetivo de disminuir el ausentismo y aumentar la productividad, pero quizás si es un objetivo realista para una organización que se encuentra ejecutando programas en el nivel 3.

En la etapa de diseño de un programa, siempre es recomendable incluir representantes de los colaboradores, tanto para incrementar su representación y adhesión, como para hacer más realistas los objetivos. Así mismo, es importante incluir personal experto en la materia en la que se requiere intervenir. Contar con una amplia base de representación en los distintos niveles de la organización, nos permitirá realizar no solo un buen diseño, sino que una evaluación eficaz, así como un mayor soporte para la posterior implementación de los programas resultantes


Estudios de viabilidad y recolección de datos

Una vez definido lo que se quiere hacer, en términos generales, se debe recolectar información que permita planificar y establecer en detalle una serie de aspectos necesarios para una implementación exitosa. Podemos diferenciar esta etapa de recolección de información en dos:

Por un lado, debemos recopilar una serie de datos e información que nos permitan asegurar la posibilidad de llevar a cabo el programa. Por otro lado, debemos efectuar la evaluación propiamente tal que nos dará el input para el diseño de las intervenciones en si mismas.

Dentro del primer grupo de variables, podemos considerar:

  • Hay claridad en los objetivos del programa?

  • Existe una relación costo/beneficio estimada y proyectada (ya sea en términos cuantitativos, monetarios o subjetivos).?

  • Hay soporte y apoyo al programa, en los diferentes niveles de la organización (gerencias, mandos medios, operarios, comités paritarios, sindicatos, etc.)?

  • Existen los recursos (físicos, de tiempo, de dinero), que permitan asegurar la continuidad del programa?

  • Quienes serán los responsables (áreas y personas) del programa, y con qué niveles de soporte interno o comunitario?

  • Cómo se comunicará el programa, y quién es el responsable de esta comunicación?. Esto incluye aspectos de información, clarificación, soporte continuo, acceso y universalidad, etc.

Teniendo esto claro, debemos planificar e implementar la recolección de datos e información que nos permitan determinar en detalle lo que hay que hacer. La recolección de data permite clarificar (y cuantificar) los objetivos y en ese sentido establecer líneas base sobre las cuales podamos comparar los resultados deseados. Muy importante, además, atender a esta información para identificar con mayor exactitud quiénes son los que necesitan algo, y qué es exactamente lo que necesitan. Básicamente, nos permite definir "targets" de acción, para los cuales diseñamos niveles de acción y soporte específicos.

La recolección de datos e información puede ser a través de distintas metodologías. Desde softwares especializados, encuestas, focus groups, etc. Lo importante es que la recolección sea lo suficientemente confiable y válida, como para poder utilizar dicha información.


Diseño de contenidos de programa:

La última fase del diseño del programa de salud es el desarrollo específico de las intervenciones. Se puede considerar que la evaluación realizada previamente ya es parte de la implementación, o no, dependiendo de cómo y con qué medios se haya realizado.

En general el diseño del programa se basará en datos extraídos de la evaluación realizada en la etapa previa, aunque para programas específicos de salud mental, algunas de las intervenciones pueden ser más o menos estándar (como los Programas de Apoyo al Empleado - PAE), y la evaluación tendrá mayor valor para establecer una línea base, dar acceso a otros recursos, o bien para determinar segmentos específicos de acción.

En términos generales, la etapa de diseño de contenidos debe considerar los resultados de la evaluación, el nivel de impacto deseado (generación de conciencia, cambio conductual o cultura de soporte) y el nivel de intensidad del programa.

El nivel de intensidad de los programas es relevante: este se relaciona al grado de éxito que se desea para el nivel seleccionado de acción. Si vamos a actuar a nivel de cambio de conductas, podemos hacerlo con una gran intensidad (actividades semanales, transversales a muchos segmentos) o una intensidad baja (acciones esporádicas, a grupos muy segmentados). Esta definición dependerá de los objetivos definidos y recursos asignados, así como al nivel de expertise técnica del diseño del programa y la relación de éste con la consecución del objetivo.

Este último punto se relaciona con el tópico específico del programa, lo cual se relaciona, directamente con el objetivo de este mismo. En el caso de los programas de salud mental, habrá que identificar cómo los tópicos específicos de una intervención puntual del programa se relacionan con el objetivo general.


El diseño del contenido en debería continuar siempre en evolución, en función de su recisión y mejora continua.


Los diversos aspectos revisados dan una idea de cómo debería abordarse un proceso de diseño e implementación de un programa de salud. Si bien es una mirada general, nos permite plantearnos algunas preguntas que dan luces del proceso, y quizás algunas respuestas cuando los programas que se han implementado no salen tan bien como hubiéramos esperado.






Ps. Matías Velasco G.




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